martes, 27 de abril de 2010



Comenze a levantarme, a dejar mi antiguo estado taciturno e indiferente atrás, la depresión y la ansiedad empezaba a fluir, y a dar lugar a la alegría, y felicidad que muy pocas veces había conocido.
Empezé a disfrutar mi realidad (de cierto modo) y los árboles, la luna, el cielo, el sol, y el viento me hablaban, me decían palabras de amor y de la verdad cósmica universal. Me miraban y me amaban como nunca creí que alguien me amaría: incondicionalmente.

Así eran mis días, felices y amables, más felicidad no podía pedir. Aunque de repente tenía mis recaidas. Pequeños lapsos de ansiedad y tristeza, sin razón aparente. Podría durar días enteros con depresión y peor aun: ansiedad. Pero siempre había alguna razón o motivo que me mantenía viva y con sentido para continuar viviendo en este mundo lleno de posibilidades, enigmas y metáforas. Mi amor al arte, mis clases de danza, teatro y pintura... Mis pasatiempos como la fotografía, los enormes ratos que pasaba mirando al mar.... Una vez lloré de felicidad, lo juro, de felicidad por estar frente al mar, viendo como golpeaba la arena con tanta fuerza, sentir la suave arena en mis pies, ver a alguno que otro delfin, estar casi completamente sola... Era realmente feliz, todo era tan perfecto, mis lágrimas eran lágrimas reales de felicidad, creo que el mar retrataba en ese momento mi alma. Tal y como me sentia por dentro.

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